Formo parte de un grupo de entrenamiento actoral para cine, se llama El Señor de la Cámara. Nos reunimos un grupo de actores con un director de fotografía y trabajamos escenas de distinta índole para mejorar la técnica, observarnos, analizar nuestro trabajo. Es un ejercicio muy bueno.
El otro día trabajé la escena del principio de la película El cielo sobre Berlín de Win Wenders. Mi compañera era Maya Reyes, una de mis actrices favoritas, que tengo el honor de conocer y con la que puedo compartir este laboratorio.
Maya Reyes y Null García en La mujer que hablaba con los muertos
A grandes rasgos, El cielo sobre Berlín cuenta la historia de dos ángeles que observan a las personas de Berlín. Son testigos de sus vidas y no pueden intervenir en ellas. Pero se sienten muy atraídos por la gente y por cómo debe sentirse uno siendo ser humano.
http://youtu.be/0htOcy1QUkk
En esta primera escena se encuentran los dos ángeles y hacen una especie de recorrido por las cosas que han visto en Berlín. Y es precioso cómo destacan algunos detalles muy entrañables, como que un hombre que se jubila ponga sellos de coleccionista en sus cartas de despedida, todos distintos; o que una mujer se quite el paraguas, aunque esté lloviendo, para sentir las gotas… Admiran al los hombres. Y van sintiendo un anhelo cada vez mayor por ser personas, por poder sentir el peso del cuerpo, por mancharse con la tinta de un periódico…
¿Y cómo abordar como actor el hecho de ser un ángel feliz y en paz con anhelos de ser humano?
Yo me había aprendido bien el texto y lo había analizado muy a grandes rasgos, sobretodo hice un análisis de las imágenes. Y cuando llegué al Señor de la Cámara, Maya me propuso que antes de la escena estuviésemos un tiempo respirando, tranquilas, incluso con los ojos cerrados, escuchando todo a nuestro alrededor, observando y en paz. Y desde esa relajación empezar la escena.
Fue maravilloso cómo fluía todo al hacer la escena. Estábamos tranquilamente hablando, contándonos las historias que explicaba el guión y que se habían convertido en parte de nuestro imaginario. Pero sobretodo, había una escucha increíble. Ese tiempo que nos habíamos dado para conectar con nosotras mismas y con el exterior hizo que la escena fluyera, al tempo que tenía que ser y con una naturalidad que jamás imaginé para esa escena.
Nunca había empezado a trabajar desde esa relajación. Cada escena y personaje es un mundo y se abordan desde distintos sitios. Pero si algo he aprendido con Maya, he trabajado varias veces con ella, es que al rodaje hay que ir con los deberes hechos y el texto muy bien aprendido. Y ahí, en el set… el trabajo es muy fácil: sólo (¡he vuelto a poner tilde en sólo!) hay que respirar, observar y olvidarse de uno mismo para estar, sobretodo, en lo que pasa con el compañero.
Y es que cada vez oigo más eso de que actuar es muy fácil y siempre mejor desde la relajación.
Por ciero, la película la recomiendo. Es un canto a lo maravilloso que es ser humano.
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